Paseando por la calle Ferran, al llegar a los números 7 y 9 nos puede sorprender ver a gente tomando una cerveza en una tienda modernista. Se trata de un pub irlandés que ocupa dos locales. Uno de ellos, el número 7, conserva una decoración interior y exterior de estilo claramente modernista, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que a principios del siglo XX esta calle era una de las principales vías comerciales de la ciudad. Por tanto, el Molly’s Fair City no es un bar modernista propiamente dicho, sino un bar contemporáneo que ha sido ampliado y unido a un espacio vecino, del que se han conservado de forma cuidadosa los elementos de carácter modernista.Las noticias que tenemos de este espacio se remontan a finales del siglo XIX o principios del XX. El propietario del local en 1893 era un hombre de origen francés llamado Marnet, que regentaba un negocio del que no se sabe con certeza si era de guantes y complementos o de embutidos. Posteriormente, el establecimiento fue una charcutería, abierta por Miquel Regàs i Ardèvol en torno a 1910. Esta tienda, que publicaba regularmente anuncios en la prensa (se conservan algunos de 1913 y 1914), se mantuvo abierta hasta 1922 y parece ser que en todo aquel periodo de tiempo el señor Regàs conservó intacta la decoración interior. El siguiente establecimiento que se abrió fue una tienda de objetos de regalo llamada Wolf, a cuyo propietario, el señor Veciana —nombre por el que también era conocido el establecimiento—, a menudo se atribuye erróneamente la decoración del local. Pero el señor Veciana tan sólo realizó pequeñas modificaciones: una reforma en 1979 por la que se reemplazaron las grandes puertas de acceso por unos escaparates. Las puertas fueron utilizadas para hacer un armario de exposición en el interior. El actual propietario del local, un vienés establecido en Barcelona llamado Michael, adquirió el local en 1999 y lo restauró respetando escrupulosamente el original y la reforma de 1979, y tan sólo alteró una parte de los arrimaderos.
Antes de entrar tenemos que fijarnos en la fachada del número 7 (que no es la entrada al bar), revestida con un panel de madera pintada que ocupa dos niveles, planta y altillo, que proporcionan equilibrio y unidad al conjunto. En la parte superior, el panel enmarca un pequeño balcón, que destaca por la barandilla de hierro forjado de forma ondulada y con motivos florales, similares a los adornos florales de los dinteles. Los dos paneles laterales de este altillo adoptan la forma de una elipse y están enmarcados por molduras de madera curvadas de líneas onduladas. En todas las imágenes que se conservan de la fachada, la madera aparece pintada de dos colores, granate y blanco, pero es posible que originalmente fueran del color de la propia madera. El rótulo de la tienda, que hasta hace poco era el del anterior negocio Wolf, ha sido sustituido por un anuncio de la cerveza Guiness.
El interior de esta parte del bar es de dimensiones reducidas y también está revestido con madera. Se han conservado los arrimaderos con decoración floral entrelazada situados en la pared del fondo. Rompiendo la continuidad del arrimadero, encontramos un armario de escasa profundidad, con una coronación de madera del más puro estilo modernista, acabado con formas onduladas y representaciones florales. En sus orígenes, esta madera de la coronación era el marco de unas vidrieras de colores con motivos florales que no se han conservado. Aunque no conocemos el nombre de los decoradores, es obvio que los ebanistas se adscribían al movimiento modernista, marcadamente influidos por el Art Nouveau internacional, que por aquella época hacía furor en Cataluña.
El pub irlandés Molly’s Fair City ofrece, naturalmente, la tradicional cerveza de su país, pero también se pueden degustar chupitos de licor de nombres sugerentes, como el Deep Throat o el Choc Pop, o el más previsible Baby Guiness (que, de hecho, no es de cerveza sino de licor de café y crema de whisky).
El pub posee un claro carácter internacional y multicultural, y diariamente se puede escuchar una buena mezcla de idiomas. Se trata de un local de ambiente cálido y acogedor, donde, como es evidente, se puede escuchar música céltica, pero también pop y rock anglosajón. Podríamos decir que es un buen lugar para conocer gente y para practicar idiomas. El personal del bar es mayoritariamente de origen irlandés o local: un grupo jovial, amable y políglota acostumbrado a asesorar en cuestiones básicas de supervivencia a los extranjeros recién llegados a la Barcelona vieja. La situación estratégica de este pub irlandés también convierte inevitablemente a los camareros en objetivo despiadado de muchos turistas con un mal sentido de la orientación y escasas habilidades idiomáticas, un hecho que el personal del Molly’s parece encajar con cierto espíritu estoico. Como ellos mismos dicen: “En el Molly’s no hay extraños, sólo amigos que aún no has conocido”.
Los días de máxima animación de este establecimiento —aparte, naturalmente, del 17 de marzo, Saint Patrick’s Day (san Patricio, patrón de Irlanda)— suelen coincidir con los grandes acontecimientos deportivos internacionales, como partidos de fútbol de la máxima rivalidad, ofrecidos en directo en sus grandes pantallas de televisión. También se suelen realizar varias actividades relacionadas con las fiestas y acontecimientos de la ciudad de Barcelona, y promociones especiales del propio local. Se puede reservar el piso superior, abierto sólo durante los fines de semana, para alguna celebración particular.
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